El proceso de publicar (I)
Me ha llegado algún comentario que sugiere que los aspectos que reflejo en este blog son meras obviedades, conceptos de dominio público que todo el mundo conoce y que a nadie importan. Pudiera ser pero, sintiéndolo mucho, disiento. Efectivamente, algunas de las cuestiones que explico en las entradas de este blog quizá sean de dominio público para todos aquellos que se mueven en un entorno cercano al editorial y cuya existencia tiene más que asumida. Pero sorprendería saber cuantas de estas cuestiones de cajón que trato de explicar en estas líneas son ignoradas no sólo por el público en general sino por muchos autores diletantes que se inician en el duro y competitivo mundo editorial y que me consta que agradecen conocer de antemano muchas de estas cuestiones triviales. Hoy hablaremos de una de ellas: el proceso de publicar.
Supongamos por un momento que nuestro manuscrito, bien a través de una agencia, bien gracias a nuestro propio esfuerzo, ha llegado hasta una editorial y que dicha editorial ha emitido un dictamen favorable acerca de la idoneidad de publicarlo. ¿Y ahora qué? ¿Qué nos espera? ¿Ya está todo logrado? La rotunda respuesta es: en absoluto. Aún queda un largo camino por recorrer. Trataremos de describir el proceso de forma genérica sin negar que, a lo largo del mismo, puedan producirse variaciones en función de quién y cómo decida publicar el manuscrito. Por norma general y por término medio, dicho proceso tiene una duración aproximada de ocho a diez meses y desde aquí trataremos de exponer cómo y en qué se emplea ese tiempo.
En primer lugar y antes incluso de la propia firma del contrato de edición, el editor, en caso de estar interesado en la publicación, emitirá un dictamen acerca de aquello que le gusta del texto y de lo que no. El que un editor haya encontrado un determinado potencial en un manuscrito no quiere decir —salvo honrosas excepciones— que esté absolutamente de acuerdo con todo lo que en él se expone. Lo más habitual es que nos sugiera determinados cambios, pulidos, eliminación de ciertas subtramas o potenciación de otras en función de la posible comercialidad del texto. En la mano de cada uno está la decisión de aceptar la alteración de su texto o no hacerlo pero sorprendería conocer la cantidad de proyectos de publicación que se malogran en esta parte del proceso bien porque los cambios realizados no terminan siendo del gusto del editor, bien porque el autor se niega a introducir determinadas modificaciones en el manuscrito.
Si todo continúa como debe, una vez que contemos con un texto más o menos definitivo y al gusto del editor, se procede a firmar el contrato de edición. Su contenido y sus cláusulas pueden variar en función de la editorial y de sus pretensiones pero, como mínimo y entre otras cuestiones, dicho contrato debería reseñar de forma clara, delimitada y explícita: la obra que se edita, el idioma en que lo hace y su ámbito de distribución —nacional, internacional—, su formato o formatos —edición rustica, de bolsillo, tapa dura—, los derechos cedidos —de edición, de distribución, de traducción, de adaptación, de edición digital—, el tiempo de vigencia del contrato, el número de ediciones acordadas, los ejemplares de los que consta cada edición, el precio mínimo de venta al público por ejemplar, la retribución del autor —que ronda, por norma general, en torno al 10% del precio de venta al público— y el anticipo inicial que el autor percibirá a cuenta de sus beneficios. En el mismo contrato se suele indicar que el autor dispone de un periodo determinado —unos 30 días— para entregar el manuscrito definitivo, el que pasará a imprenta y que el editor dispone a su vez de otro periodo —en torno a un máximo de 18 meses— para poner en la calle el manuscrito entregado, siendo motivo de rescisión del contrato el que alguno de los dos no cumpla con sus correspondientes plazos. Cabe reseñar que el plazo del editor aparenta ser excesivamente amplio pero sólo lo parece. Hay que tener en cuenta que, amén del largo proceso seguido por cualquier manuscrito una vez entregado a la editorial —que a continuación trataremos de detallar—, el editor tiene que aprovechar las denominadas «ventanas de edición» —ver entrada anterior— para ponerlo en la calle, es decir, que aunque un manuscrito esté disponible para lanzarse en agosto, es obvio que su salida a la calle, por cuestiones mercantiles, no tendrá lugar hasta octubre o noviembre. De ahí que los plazos para el editor sean tan dilatados aunque, para tranquilidad de muchos, la mayor parte de los editores nos los agota nunca. Tan sólo se cubren las espaldas.
Supongamos por un momento que nuestro manuscrito, bien a través de una agencia, bien gracias a nuestro propio esfuerzo, ha llegado hasta una editorial y que dicha editorial ha emitido un dictamen favorable acerca de la idoneidad de publicarlo. ¿Y ahora qué? ¿Qué nos espera? ¿Ya está todo logrado? La rotunda respuesta es: en absoluto. Aún queda un largo camino por recorrer. Trataremos de describir el proceso de forma genérica sin negar que, a lo largo del mismo, puedan producirse variaciones en función de quién y cómo decida publicar el manuscrito. Por norma general y por término medio, dicho proceso tiene una duración aproximada de ocho a diez meses y desde aquí trataremos de exponer cómo y en qué se emplea ese tiempo.
En primer lugar y antes incluso de la propia firma del contrato de edición, el editor, en caso de estar interesado en la publicación, emitirá un dictamen acerca de aquello que le gusta del texto y de lo que no. El que un editor haya encontrado un determinado potencial en un manuscrito no quiere decir —salvo honrosas excepciones— que esté absolutamente de acuerdo con todo lo que en él se expone. Lo más habitual es que nos sugiera determinados cambios, pulidos, eliminación de ciertas subtramas o potenciación de otras en función de la posible comercialidad del texto. En la mano de cada uno está la decisión de aceptar la alteración de su texto o no hacerlo pero sorprendería conocer la cantidad de proyectos de publicación que se malogran en esta parte del proceso bien porque los cambios realizados no terminan siendo del gusto del editor, bien porque el autor se niega a introducir determinadas modificaciones en el manuscrito.
Si todo continúa como debe, una vez que contemos con un texto más o menos definitivo y al gusto del editor, se procede a firmar el contrato de edición. Su contenido y sus cláusulas pueden variar en función de la editorial y de sus pretensiones pero, como mínimo y entre otras cuestiones, dicho contrato debería reseñar de forma clara, delimitada y explícita: la obra que se edita, el idioma en que lo hace y su ámbito de distribución —nacional, internacional—, su formato o formatos —edición rustica, de bolsillo, tapa dura—, los derechos cedidos —de edición, de distribución, de traducción, de adaptación, de edición digital—, el tiempo de vigencia del contrato, el número de ediciones acordadas, los ejemplares de los que consta cada edición, el precio mínimo de venta al público por ejemplar, la retribución del autor —que ronda, por norma general, en torno al 10% del precio de venta al público— y el anticipo inicial que el autor percibirá a cuenta de sus beneficios. En el mismo contrato se suele indicar que el autor dispone de un periodo determinado —unos 30 días— para entregar el manuscrito definitivo, el que pasará a imprenta y que el editor dispone a su vez de otro periodo —en torno a un máximo de 18 meses— para poner en la calle el manuscrito entregado, siendo motivo de rescisión del contrato el que alguno de los dos no cumpla con sus correspondientes plazos. Cabe reseñar que el plazo del editor aparenta ser excesivamente amplio pero sólo lo parece. Hay que tener en cuenta que, amén del largo proceso seguido por cualquier manuscrito una vez entregado a la editorial —que a continuación trataremos de detallar—, el editor tiene que aprovechar las denominadas «ventanas de edición» —ver entrada anterior— para ponerlo en la calle, es decir, que aunque un manuscrito esté disponible para lanzarse en agosto, es obvio que su salida a la calle, por cuestiones mercantiles, no tendrá lugar hasta octubre o noviembre. De ahí que los plazos para el editor sean tan dilatados aunque, para tranquilidad de muchos, la mayor parte de los editores nos los agota nunca. Tan sólo se cubren las espaldas.
Una vez firmado el contrato y transcurridos los 30 días, el autor entrega su manuscrito a la editorial. Por norma general, la editorial le comunicará un periodo aproximado de publicación —en función de su calendario editorial— y el autor deberá esperar hasta nuevo aviso. De lo que ocurre con el manuscrito durante ese tiempo hablaremos en una próxima entrada.
9 Comentarios
En tu dilatada (supongo) carrera como escritor, y por tanto en frecuente contacto con las editoriales y lo que se llama el mundo del libro, ¿cuantos casos conoces de nóveles que hayan publicado tras enviar su manuscrito a una editorial?
Estimado anónimo:
Según el planteamiento que usted expone y siempre partiendo de la premisa de que el texto presentado posee una calidad literaria y comercial razonable, convendría diferenciar varios contextos y matices diferentes.
Los casos de noveles absolutos, es decir, completamente inéditos, que hayan sido publicados tras enviar por propia iniciativa y a cara descubierta su manuscrito a una editorial son escasos. Muy escasos. Muy muy escasos. Casi podrían contarse con los dedos de una mano. Pero mentiría si le dijese que son inexistentes. Si el texto resulta ser excepcional, será publicado. Pero textos excepcionales no se encuentran todos los días.
Los casos de noveles absolutos e inéditos que han presentado su manuscrito a una editorial bajo la tutela o padrinazgo de alguien —un agente literario, un autor amigo que ya ha publicado con esa editorial, un conocido del editor, un tutor de un taller literario— y que tras dicho apadrinamiento hayan sido publicados —si el texto merecía la pena, repito—, han sido bastantes más. De hecho, este caso es bastante habitual.
Casos de autores seminoveles —poseedores de un mínimo bagaje editorial, es decir, con un libro ya publicado o un libro y un galardón literario en su poder— que, tras presentar su libro en la editorial, hayan sido publicados también son muy habituales.
Y por último, casos de autores reconocidos y con una trayectoria consolidada que han sido publicados tras presentar sus textos a una editorial, todos.
Resumiendo: por norma general y salvo honrosas excepciones, ante una editorial, un autor siempre debe contar con la presencia de un crédito o aval. Cuando este crédito no proviene de sus textos anteriormente publicados —básicamente porque no los tiene—, es necesario que el aval sea de otro calibre. La clásica recomendación del amigo del amigo. Es triste, es duro, pero es así. Es prácticamente indispensable esa mínima credencial, no para que te publiquen sino para que, al menos, te presten una mínima atención.
Un buen consejo para un autor novel es que, además de escribir continuamente, trate de buscar relaciones en los círculos literarios de su ciudad. Que trate de conocer a otros autores, que asista a tertulias literarias, que acuda a presentaciones, que haga conocidos y amigos en ese contexto y, sobre todo, que le eche mucha cara al asunto —sin llegar al extremo de ser metepatas o parecer demasiado vehemente—. No es garantía de nada pero sorprendería conocer lo que muchas veces surge y se fragua en esos encuentros.
Un saludo,
Prometeo
He leído prácticamente todas las entradas de este blog. Le agradezco muchísimo el tiempo que dedica a redactarlo y los consejos y valiosa información que expone. Soy una escritora novel (he escrito cuatro libros pero no he publicado ninguno) y estoy buscando formas de abrirme camino para publicarlos. Me ha animado mucho otra buena escritora, que ya ha publicado varios libros, prácticamente sin tener avales ni enchufes. Aunque no me ha ocultado las dificultades que entraña publicar un libro, y más siendo desconocida, al menos me ha dado confianza y me ha hecho creer en mí misma y en que lo que escribo tiene calidad literaria. He probado y quiero probar de enviar mis novelas a algunos premios, aunque después de leer sus comentarios no sé si seguir haciéndolo. También he enviado el primer manuscrito a varias editoriales. Dos de ellas lo han rechazado, uno porque no entra en su línea editorial y otra por saturación, dicen. Incluso lo envié a una editorial de autopublicación (Nuevos Escritores) para que me lo evaluaran. Su crítica fue positiva, pero no sé si realmente lo fue porque querían halagarme y convencerme a publicar con ellos o porque realmente les pareció una buena novela... No había pensado en las agencias, pero tal vez sería una buena opción. Mis novelas son de un género peculiar, épicas y de aventuras. Estoy en Barcelona. ¿Me puede aconsejar alguna agencia o editorial para empezar? Dado el tipo de novela que escribo, ¿es mejor olvidarme de los premios? ¿Sería demasiado pedirle que le echara usted un vistazo? En fin, cualquier otro consejo será bien recibido. ¡Gracias!
Estimada Elizabeth
Mi consejo es que recurra a los cantos de sirena de la autoedición cuando no le quede otra alternativa y siempre sabiendo lo que va a obtener a cambio. Se ahorrará decepciones posteriores. La autoedición siempre estará ahí y siempre habrá un momento para recurrir a ella. Que sea su última opción, no la primera. Ni siquiera la segunda.
Como indiqué ayer, en el ámbito editorial es más que deseable contar con algún tipo de padrinazgo. Cuando me refiero a avales o enchufes no estoy hablando de que se acueste usted con el editor o que tenga la fortuna de ser prima hermana de Jesús de Polanco, estoy hablando de algún tipo de contacto introducido en el medio que le permitirá la concesión de esos cinco minutos de atención necesarios para que, sin garantizar su publicación, al menos alguien evalúe las posibilidades de su obra. Si no conoce a nadie o conoce a poca gente, una buena alternativa es que pruebe usted a tantear las agencias literarias. Insisto en que en esto no hay nunca certezas pero siempre son caminos que permiten ampliar las posibilidades. ¿De las grandes agencias —AMV, De la Concha, Kerrigan, Balcells—? Huya sin el menor asomo de duda o pudor. ¿Agencias literarias más modestas, serias, profesionales y con sentido de la formalidad? Algunas hay y no tiene usted porqué circunscribirse de forma exclusiva al ámbito de su ciudad. De primera mano puedo hablarle bien de ACER, de Sandra Bruna —la antigua “B&B Serveis”—, de Ángeles Martín… De segunda mano —es decir, referencias indirectas de conocidos en cuya palabra y criterio confío—, podría referirle a Claudia de Quirós, a RLYA, a Asisabla —esta no sé si sigue en activo—, a Mónica Martín de MB… Con esto no estoy insinuando que el resto sean informales o no merezcan la pena. Simplemente no me consta, ni por activa ni por pasiva, cómo trabajan. Yo tampoco conozco absolutamente todos los recovecos de este mundillo y no voy a ser tan advenedizo como para hablar de aquello que no me conste de una u otra manera.
Respecto a su manuscrito, el contenido de los lanzamientos literarios se suele regir bastante por modas y tendencias y a pesar de haberse producido un cierto resurgimiento de la literatura fantástica y épica, las editoriales aún no se han decidido a apostar de forma plena por el género. Se conocen casos puntuales como el de Laura Gallego pero, por el momento, no son más que excepciones. Cada vez más recurrentes pero excepciones. Aún así, hay algunas editoriales en las que podría usted probar suerte como Valdemar —aunque, es esta, casi le auguro una respuesta negativa—, Ediciones SM, Puzzle Ediciones o Bibliópolis —que está lanzando una homogénea e interesante colección de novela fantástica aunque más orientada a la ciencia ficción—.
Respecto a la oferta de que yo evalúe su texto, me siento muy halagado pero lamento decirle que mis obligaciones profesionales habituales me dejan el tiempo justo para mis asuntos con lo que, por desgracia, no puedo aceptar su petición y llevarla a cabo con la atención que merece.
Un consejo muy importante que, aunque supongo que ya le habrán dado, nunca está de más repetir: siempre que tenga en mente el enviar algún texto, a quien sea, por muy amigo que le parezca, por mucha confianza que le merezca, REGÍSTRELO ANTES en la oficina del Registro de la Propiedad Intelectual. No importa que sea un primer borrador, que no sea la versión definitiva y que vaya usted a pulirlo y cambiar cosas posteriormente. Siempre que su manuscrito tenga perfilada la trama argumental de forma completa y genérica y se refleje en ella lo que finalmente constituirá la historia, pásese usted por el registro e inscríbalo. Es un trámite muy sencillo —en una hora lo habrá usted resuelto—, barato —en torno a los 12 euros— y muy cómodo que le permitirá respirar con tranquilidad y ahorrarse muchos disgustos posteriormente. El Registro de la Propiedad Intelectual es uno de los pocos organismos plenamente cualificados a los que recurrir en caso de tener la necesidad de certificar de forma fehaciente —y válida ante cualquier tribunal— la autoría de un texto. No corra riesgos innecesarios por 12 Euros y una mañana de trámites ante un trabajo que le habrá costado meses o años llevar a cabo. No lo olvide. También podría hacerlo ante un notario pero el trámite resulta mucho más caro y farragoso.
Un saludo,
Prometeo
Una curiosidad: si se editan un número X de ejemplares, por ejemplo 50.000 . Y sólo se llegan a vender 10.000. El autor cobra el porcentaje de los 50.000 o de los 10.000.Y otra sería: ¿Qué criterio se sigue para establecer el número de tirada?
Estimada niña:
Los beneficios al autor se establecen y abonan en función de los ejemplares vendidos, no editados. Según su ejemplo, a ese autor se le liquidaría a razón de 10.000. Por ese motivo, las liquidaciones al autor son periódicas -por norma, una o dos al año-. Para liquidar los beneficios a razón de que se vayan produciendo.
El criterio empleado para establecer la tirada de un a edición difiere mucho en función de múltiples factores. De si el autor es inédito o no, si a pesar de ser inédito es alguien en el candelero y de gran repercusión mediática, -un personaje del corazón, las memorias de un actor-, de la capacidad de la editorial para la asunción de costes relativos a distribución y almacenamiento, de muchos factores que, como le digo, son múltiples y variados. Y muy particulares en cada uno de los casos.
Un saludo,
Prometeo
Este blog sólo tiene un fallo: debería ser actualizado cada media hora.
Por lo demás, es sin duda alguna de los mejores que he visto en mis andanzas por Internet. Y he tenido ocasión de visitar unos pocos.
Me encantaría saber quién diablos es usted. Compraría con gusto todos sus libros (si es que, quizá, no los he leído ya)
Muchas gracias, Prometeo. Seguiré sus consejos y voy a organizarme para ver si contacto con alguna agencia y más editoriales. En cuanto al registro, afortunadamente ya lo hice, fue lo primero que hice en cuanto acabé mi primera versión, que luego, como bien ha dicho, he ido puliendo y retocando, sin cambiar en lo substancial. Gracias de nuevo.
Prometeo: agradezco la claridad de sus explicaciones, la certeza de sus ideas y su falta de egoísmo para compartir sus conocimientos.
Felicitaciones.
Cristina
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