Consultorio literario (II)
Según demandas recogidas en los comentarios, he visto que hay cuestiones acerca del ámbito literario que los visitantes de este blog desean conocer pero cuyo desarrollo, en principio, no da de sí lo suficiente para redactar una amplia entrada sobre la cuestión. Procedo a responder una tanda de esas preguntas convirtiéndola en una entrada. Considero que es una interesante forma de enfoque digna de ser repetida por lo que agradecería a los visitantes, si así lo desean, que fuesen dejando sus consultas en los comentarios. Periódicamente iré publicando entradas bajo el título genérico de Consultorio literario.
¿Es cierto que algunos autores aprovechan su labor como jurados para copiar ideas de las novelas concursantes? ¿Es cierto que algunos editores toman ideas de novelas que rechazan para pasárselas a sus autores de confianza y éxito?
Ambas cuestiones son ciertas lo cual no quiere decir que sean frecuentes. De hecho, son bastante infrecuentes pero negar que existan sería faltar a la verdad. No hablo de plagiar textos de forma literal —que también se da—, hablo de tomar ideas de otros, darle unas vueltas, pulirlas y publicarlas como propias. Como digo, es infrecuente pero cierto.
¿Es cierto que ante la necesidad de escribir mucho y muy rápido, algunos famosos escritores contratan a un “negro”? ¿Conoce usted algún caso (aunque no dé nombres por prudencia jurídica)?
Rigurosamente cierto. Uno de los ejemplos más clásicos y conocidos es la cohorte de negros de la que se hacía rodear Alejandro Dumas padre y éste es un caso demostrado de forma fehaciente. Un negro literario —o Ghost writer que dicen los anglosajones— no es más que una persona encargada —normalmente a cambio de una compensación económica— de redactar textos cuya autoría se termina adjudicando a otros. Y este hecho es bastante común en el ámbito literario aunque, en muchas ocasiones, no para agrandar la obra de un escritor célebre. Verbigracia: la mayor parte de los discursos públicos están escritos por negros seleccionados ad hoc sin embargo, siempre suele atribuirse la autoría a la persona que pronuncia el discurso. La relevancia que se le da a esta cuestión surge cuando a la figura del negro literario se la dota de una aureola casi mística que no tiene porque el asunto se torna normalmente de un carácter bastante más pragmático.
Si nos ceñimos al ámbito estrictamente editorial, pudo confirmar que en la actualidad se dan casos con cierta frecuencia. Este hecho —la contratación de un negro literario— puede deberse básicamente a dos motivos: o bien un reputado autor no dispone del tiempo o las ganas necesarias para acometer un proyecto encargado por la editorial —de esto hablaremos en otra ocasión— y se lo encarga a otra persona —normalmente a un periodista que suele trabajar a tanto la pieza—, o bien, el supuesto firmante de la obra dispone del suficiente caché o tirón mediático para que se vendan ejemplares con su nombre en la portada pero no tiene ni puñetera idea siquiera de cómo se coge una estilográfica. Me jugaría un dedo del pie derecho a que más de la mitad de las memorias publicadas por las folclóricas de este país han sido redactadas por otros.
También es bastante común el caso de muchos autores reputados que en su día comenzaron su aproximación al mundo literario siendo «negros de…» y terminaron formándose un nombre propio. Un ejemplo de esta circunstancia —de haber ejercido de negros no de delegar sus trabajos en otros— es Santiago Roncagliolo, reciente premio Alfaguara. Otro es el caso de Sánchez Piñol. Remontándonos un poco más en el tiempo, es clásico en los anales de la literatura española —y también bastante jocoso— el caso del periodista y escritor Cándido. O por ejemplo, el caso de Jose Luis Coll que durante muchos años fue el negro literario de un reputadísimo periodista español. Con esto no descubro el Santo Grial. Ellos mismo han reconocido —a veces de forma pública y notoria, a veces de una forma más velada— esta circunstancia en diversas ocasiones.
¿Es frecuente que el escritor exitoso reciba órdenes de la editorial sobre qué asunto escribir?
Lo es. Pero no se trata tanto de recibir órdenes como de sugerir hábilmente una temática concreta. Hay que enfocar la cuestión desde una perspectiva concreta mediante la cual una editorial concibe su negocio. La literatura, invariablemente, pasa por modas y tendencias. Recientemente fue la de escribir sobre la Guerra Civil; ahora están en boga los misterios arcanos, los templarios y las novelas pseudohistóricas; mañana serán las de ciencia-ficción. Todo ello conlleva a que las editoriales aprovechen estas circunstancias para sugerir a sus autores que escriban sobre aspectos vendibles y acordes al momento literario que se vive. La presión ejercida dependerá del nivel de éxito que tenga el autor al que se le sugiere. A los grandes autores no se les sugiere. De hecho, son ellos los que marcan las nuevas tendencias literarias. A los autores medios se les insta a escribir algo que sea acorde con la tendencia editorial del momento. Y dicha presión puede llegar a ser bastante férrea. Conozco de primera mano el caso de un autor que ganó un premio literario de una famosa editorial y que una vez que pasó a pertenecer a la escudería de dicha editorial, se le terminó declarando persona non grata por negarse a aceptar este tipo de sugerencias por parte del editor, vetando cualquier texto que presentaba y que no era acorde a las directrices marcadas.
¿Es cierto que algunos autores aprovechan su labor como jurados para copiar ideas de las novelas concursantes? ¿Es cierto que algunos editores toman ideas de novelas que rechazan para pasárselas a sus autores de confianza y éxito?
Ambas cuestiones son ciertas lo cual no quiere decir que sean frecuentes. De hecho, son bastante infrecuentes pero negar que existan sería faltar a la verdad. No hablo de plagiar textos de forma literal —que también se da—, hablo de tomar ideas de otros, darle unas vueltas, pulirlas y publicarlas como propias. Como digo, es infrecuente pero cierto.
¿Es cierto que ante la necesidad de escribir mucho y muy rápido, algunos famosos escritores contratan a un “negro”? ¿Conoce usted algún caso (aunque no dé nombres por prudencia jurídica)?
Rigurosamente cierto. Uno de los ejemplos más clásicos y conocidos es la cohorte de negros de la que se hacía rodear Alejandro Dumas padre y éste es un caso demostrado de forma fehaciente. Un negro literario —o Ghost writer que dicen los anglosajones— no es más que una persona encargada —normalmente a cambio de una compensación económica— de redactar textos cuya autoría se termina adjudicando a otros. Y este hecho es bastante común en el ámbito literario aunque, en muchas ocasiones, no para agrandar la obra de un escritor célebre. Verbigracia: la mayor parte de los discursos públicos están escritos por negros seleccionados ad hoc sin embargo, siempre suele atribuirse la autoría a la persona que pronuncia el discurso. La relevancia que se le da a esta cuestión surge cuando a la figura del negro literario se la dota de una aureola casi mística que no tiene porque el asunto se torna normalmente de un carácter bastante más pragmático.
Si nos ceñimos al ámbito estrictamente editorial, pudo confirmar que en la actualidad se dan casos con cierta frecuencia. Este hecho —la contratación de un negro literario— puede deberse básicamente a dos motivos: o bien un reputado autor no dispone del tiempo o las ganas necesarias para acometer un proyecto encargado por la editorial —de esto hablaremos en otra ocasión— y se lo encarga a otra persona —normalmente a un periodista que suele trabajar a tanto la pieza—, o bien, el supuesto firmante de la obra dispone del suficiente caché o tirón mediático para que se vendan ejemplares con su nombre en la portada pero no tiene ni puñetera idea siquiera de cómo se coge una estilográfica. Me jugaría un dedo del pie derecho a que más de la mitad de las memorias publicadas por las folclóricas de este país han sido redactadas por otros.
También es bastante común el caso de muchos autores reputados que en su día comenzaron su aproximación al mundo literario siendo «negros de…» y terminaron formándose un nombre propio. Un ejemplo de esta circunstancia —de haber ejercido de negros no de delegar sus trabajos en otros— es Santiago Roncagliolo, reciente premio Alfaguara. Otro es el caso de Sánchez Piñol. Remontándonos un poco más en el tiempo, es clásico en los anales de la literatura española —y también bastante jocoso— el caso del periodista y escritor Cándido. O por ejemplo, el caso de Jose Luis Coll que durante muchos años fue el negro literario de un reputadísimo periodista español. Con esto no descubro el Santo Grial. Ellos mismo han reconocido —a veces de forma pública y notoria, a veces de una forma más velada— esta circunstancia en diversas ocasiones.
¿Es frecuente que el escritor exitoso reciba órdenes de la editorial sobre qué asunto escribir?
Lo es. Pero no se trata tanto de recibir órdenes como de sugerir hábilmente una temática concreta. Hay que enfocar la cuestión desde una perspectiva concreta mediante la cual una editorial concibe su negocio. La literatura, invariablemente, pasa por modas y tendencias. Recientemente fue la de escribir sobre la Guerra Civil; ahora están en boga los misterios arcanos, los templarios y las novelas pseudohistóricas; mañana serán las de ciencia-ficción. Todo ello conlleva a que las editoriales aprovechen estas circunstancias para sugerir a sus autores que escriban sobre aspectos vendibles y acordes al momento literario que se vive. La presión ejercida dependerá del nivel de éxito que tenga el autor al que se le sugiere. A los grandes autores no se les sugiere. De hecho, son ellos los que marcan las nuevas tendencias literarias. A los autores medios se les insta a escribir algo que sea acorde con la tendencia editorial del momento. Y dicha presión puede llegar a ser bastante férrea. Conozco de primera mano el caso de un autor que ganó un premio literario de una famosa editorial y que una vez que pasó a pertenecer a la escudería de dicha editorial, se le terminó declarando persona non grata por negarse a aceptar este tipo de sugerencias por parte del editor, vetando cualquier texto que presentaba y que no era acorde a las directrices marcadas.
Continuará
7 Comentarios
Hace un año que he acabado mi primera novela. He pasado, creo yo, la primera criba (familiares y amigos)con bastante exito. (También es cierto que nadie se imaginaba que yo pudiera haber escrito un libro)
Hace unos cuatro meses que através de una familiar, le hice llegar un ejemplar a una reconocida agente literaria. Mi pregunta es: ¿Debo seguir esperando una respuesta, o buscar varios agentes a la vez?
Agradecería una respuesta.
Gracias por escribir este blog. Lo he descubierto hoy(21/09/06), y sin duda voy a seguirlo.
Estimado Carlos:
En este tipo de cuestiones no hay ni un procedimiento ni un plazo estándar. Una agencia puede tardar quince días en emitir una respuesta y otra puede demorarse un mes. Una editorial puede tardar tres meses en contestar a nuestro requerimientos para que evalúen un manuscrito y otra puede no hacerlo nunca. Lo que sí le comentaré es que cuatro meses me resulta un plazo excesivo —lo cual no quiere decir que sea poco frecuente, sobre todo en agencias de cierta reputación—. Yo, en su lugar optaría por los dos caminos que plantea usted en su pregunta: seguiría esperando una respuesta y, al mismo tiempo, enviaría el manuscrito a otros agentes. En primer lugar por una cuestión de probabilidades: cuantas más personas tengan la oportunidad de evaluar su texto, con más posibilidades de publicación contará éste y en segundo lugar, porque en tanto en cuanto usted no haya adquirido todavía un compromiso en firme, la actitud de tratar de ampliar al máximo las posibilidades de publicación de un texto tanteando todas las posibles vías ni es deshonesta ni perjudicial para nadie.
Le aconsejo pruebe con agencias de menor calado. Eche usted un vistazo a la entrada titulada Las agencias literarias y comprenderá el porqué de esta recomendación.
Un saludo,
Prometeo
Sólo decir que acabo de descubrir este blog y que ya estoy enganchadísima. Gracias por todas las pistas y por facilitarnos el camino a los que tenemos aspiraciones pero ni pajolera idea de por dónde tirar.
Hola,
Le estoy muy agradecido como autor seminovel por este blog, por sus comentarios y sugerencias para aquellos que comienzan su andadura por un mundo en que no todo está suficientemente claro.
No soy escritor de novela, sino de cuentos y vengo de terminar una colección dentro del género de terror. Tengo dos dudas acerca de qué hacer, le agradecería mucho que me diese su opinión al respecto.
La primera duda me surge respecto a qué hacer, una vez registrada, con la obra. No abundan los premios literarios para colecciones de cuentos (sí para cuentos aislados) y no da la sensación de que una colección dentro del género de terror tenga muchas oportunidades de ganar uno de ellos.
Aquí mi primera duda: ¿Debería presentar la colección a un concurso, o realmente es casi imposible que unos cuentos de terror ganen un premio literario de ámbito general? ¿Debería entonces contactar directamente con una editorial como Minotauro o Bibliópolis?
La segunda duda es la siguiente: Cuando se presenta una obra a concurso (o incluso a evaluación por parte de una editorial), ¿puede aparecer una dedicatoria o un prólogo en la misma, o es mejor (y posible) añadirlos en el momento de su revisión para la publicación?
De nuevo, enhorabuena por su esfuerzo y muchas gracias.
Ciao,
Es irónico, en 21 minutos he leído todo y mucho más de lo que he logrado aprender en los últimos 3 años del peculiar mundo editorial.
No sabes lo que me hubiera gustado chocarme con este blog hace un tiempo, la de tirones de pelo que me habría ahorrado.
Todo un lujo.
Una propuesta: Algún escrito tuyo.
Un saludo,
Mónica
Estimado anónimo:
Por desgracia, el género del cuento está muy desprestigiado desde el punto de vista editorial. Literariamente se equivocan —dentro de este género ha habido, hay y habrá verdaderas obras maestras— pero editorialmente no suele resultar rentable más que en muy determinados y puntuales casos. Las editoriales, por norma general, tan sólo cultivan el género del cuento a tiro fijo, es decir, los de aquellos autores ya consagrados por otros géneros —normalmente, la novela— que, de cuando en cuando, recopilan su obra breve y la publican bajo una antología. De esta manera, el editor se asegura las ventas de un género que no suele atraer a grandes masas. Como usted muy bien apunta, existen muchos certámenes de cuentos aislados pero ahora mismo no me viene a la memoria —salvo, quizá, el premio NH – Vargas Llosa— ninguno que cuente con una categoría que premie antologías completas. El mundo editorial es tan voluble que, dadas las circunstancias, es complicado darle un consejo acerca de lo que hacer con su obra. Una posible opción sería que enviara usted sus cuentos por separado a distintos certámenes. Con esto, si dispone usted de varios relatos, amplía las posibilidades de acceder a algún galardón y, una vez concedido, tratar de negociar, bien con la entidad convocante, bien con la editorial que publique el relato ganador, la edición de la totalidad de la antología. Otra opción es presentar la antología a alguna editorial pero le anticipo que las posibilidades son limitadas: ¿cuentos de género de terror? Las que usted indica y pocas más. Quizá, Valdemar pero, por desgracia, la gente de Valdemar se ha vuelto bastante inaccesible.
Con relación a su otra duda, no hay ningún inconveniente en que el texto vaya acompañado de un prólogo o dedicatoria —siempre y cuando dicha dedicatoria no vaya destinada a uno de los miembros del jurado puesto que se le vería demasiado el plumero (es broma)— así cómo tampoco lo hay en el hecho de que lo incluya usted a posteriori, durante las últimas revisiones. Ese detalle no es relevante para la evaluación de un texto presentado a concurso o a una editorial.
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Estimada Mónica:
Me alegra que haya disfrutado con la lectura de este blog. Al iniciar su andadura, esa fue una de las premisas del mismo: el evitar disgustos y esfuerzos innecesarios a todos aquellos que deberían dirigir dichas energías a tareas más gratificantes como, por ejemplo, escribir, sin desgastar su ánimo dándose contra el muro una y otra vez. En el ámbito literario, como en muchos otros aspectos de la vida, no hay nada más frustrante que desconocer el terreno que pisa uno. Créame, lo sé. Y si con estas pequeñas aclaraciones puedo arrojar alguna luz al respecto, me doy por satisfecho.
Respecto a su propuesta… algún día…quizá algún día…
Un saludo,
Prometeo
Quisiera agradecerle la posibilidad de asomarme a un mundo fascinante y, para mí, desconocido.
Seguiré siendo asidua visitante.
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