Consultorio literario (VII)
Cuando se gana un premio de novela ¿aparecen los agentes literarios como moscas?
Depende del empaque y la categoría del premio. Si es de cierta relevancia, los agentes suelen tantear y hacer sus averiguaciones para saber si el autor ganador dispone o no de agente pero, por mi experiencia, la mayor parte de los autores que han ganado un certamen de cierta entidad ya disponían de un agente que los representase.
Cuando se gana un premio de novela que alguna editorial publica, ¿en la siguiente obra del autor premiado las más prestigiosas editoriales se disputan el nuevo manuscrito?
No exactamente. Resulta obvio que la obtención de un galardón, sea cual sea, siempre ayuda a mejorar el currículo de cualquier autor y a ser considerado de otra manera ante futuras propuestas editoriales pero ganar un certamen no garantiza nada. Al igual que en la anterior respuesta, depende mucho de la categoría del premio y, sobre todo, del éxito de ventas del mismo. Hay galardonados de algunos certámenes —de algunas ediciones más bien— que no han llegado a cubrir las expectativas generadas por la editorial. Esos datos, aun siendo confidenciales, se terminan conociendo de una u otra manera. Y, en el caso que usted me comenta, es a esos datos de venta y repercusión a los que se ciñen las editoriales para sus futuras propuestas. Incluyendo las emitidas por la entidad que haya hecho entrega del galardón. Otra cuestión interesante, tangencial a ésta, sería comentar las tretas a las que recurren las editoriales para captar a autores que, una vez demostrada cierta solvencia literaria, sugieran una prometedora carrera y de cómo se emplean las convocatorias de ciertos certámenes como moneda de cambio para esos fines. Pero de eso hablaremos en otra ocasión.
El dinero de los premios obtenido en concursos literarios ¿tiene algún tratamiento especial para los amables recaudadores de impuestos?
Por norma general, casi siempre tributa como un rendimiento del trabajo más, practicándosele la retención correspondiente del IRPF —si no están exentos de ello por ley como, por ejemplo, el Príncipe de Asturias o el Cervantes—. A esta norma general pueden aplicársele algunos matices en función de la naturaleza del premio (si el ganarlo no contempla la cesión de derechos de autor ni pago a cuenta de futuros royalties entonces puede tributar como «rendimiento irregular» o incluso, en determinadas circunstancias, puede incorporarse el importe al epígrafe G1 —premios derivados de juegos, concursos y rifas benéficas—. Lo juro. Una vez tuve ocasión de ver uno así). Al margen del tratamiento puramente fiscal, existen otros detalles curiosos. Por ejemplo, si la cuantía del premio no es excesiva, algunas entidades convocantes tienen la deferencia de aportar de forma añadida el importe de la retención, siendo neto para el galardonado el importe nominal del premio. En cualquier caso, no acepte mi palabra a pies juntillas. La legislación fiscal no es mi fuerte y, en mi caso, todos estos asuntos los lleva un asesor.
Cuando un autor promociona su novela en múltiples presentaciones ¿dice siempre lo mismo en todas ellas?
Depende de cada uno pero por lo general no. Uno no debería ir a una presentación con un guión aprendido y ceñirse milimétricamente a él. A pesar de la aburrida similitud entre las distintas presentaciones de una misma obra, cada presentación es diferente en cuanto a circunstancias y público y suelen surgir matices diferenciadores en todas ellas. Lo ideal es llegar un esquema genérico que recoja los puntos que se quieren exponer y los aspectos que quieran reseñarse especialmente y una vez en el acto, ceñirse a ese esquema pero sin ser excesivamente rígido. El asistente lo agradecerá. Obviamente, muchos de los argumentos se repiten de presentación en presentación pero no necesariamente de la misma manera ni en el mismo orden.
Cuando se va a recoger un premio ¿quién sufraga los gastos del viaje y la estancia?
Hay de todo como en botica y suele depender, además de su generosidad, de la disponibilidad de medios de la entidad convocante. No es lo mismo asistir como galardonado al Premio Planeta que a las Justas Poéticas de Saltidueñas del Segura. Hay entidades que sufragan los gastos de viaje y estancia del galardonado; las hay que incluso sufragan los gastos de un acompañante y las hay que no sufragan nada —insisto, en muchas ocasiones por falta de presupuesto o medios no por tacañería—. Lo habitual es que al premiado se le obsequie con un billete —de avión, de tren— y con el alojamiento pero, como digo, depende mucho de la entidad del certamen.
¿A usted le ha cambiado la editorial el título definitivo de alguna de sus novelas?
Más que cambiarme, me han razonado que el título que yo tenía pensado originariamente no era el más adecuado —por múltiples motivos, tanto literarios como comerciales— y me han sugerido que encontrase otro más acorde. Y he seguido esa recomendación cuando, tras el razonamiento expuesto, he concluido que podrían tener razón. En una de ellas me negué en redondo por considerar que el título original era el adecuado. Pero, hasta el momento, nunca me han impuesto un título.
¿Es razonable (o digno) que un autor consagrado se presente a un concurso literario?
En términos moralmente absolutos, no, pero aquí entramos en un terreno resbaladizo y muy abierto a diversos matices en los que intervienen las circunstancias personales de cada uno. Hay autores consagrados que pasan por malos momentos y necesitan revitalizar su carrera. En otras ocasiones, a determinados concursos, los autores consagrados no se presentan: son requeridos y muchas veces, dicho requerimiento no puede obviarse —por muy diversos motivos—. A veces no todo es blanco o negro. Y en todo momento me estoy refiriendo a concursos literarios en el estricto sentido del término. Otra cuestión aparte serían los premios, menciones o reconocimientos a tal o cual obra en los que no media licitación por parte del autor.
Si usted ha sido jurado en algún concurso literario ¿puede comentar cómo fue la experiencia (calidad de lo presentado, modo de tomar las decisiones, etc)?
Depende del empaque y la categoría del premio. Si es de cierta relevancia, los agentes suelen tantear y hacer sus averiguaciones para saber si el autor ganador dispone o no de agente pero, por mi experiencia, la mayor parte de los autores que han ganado un certamen de cierta entidad ya disponían de un agente que los representase.
Cuando se gana un premio de novela que alguna editorial publica, ¿en la siguiente obra del autor premiado las más prestigiosas editoriales se disputan el nuevo manuscrito?
No exactamente. Resulta obvio que la obtención de un galardón, sea cual sea, siempre ayuda a mejorar el currículo de cualquier autor y a ser considerado de otra manera ante futuras propuestas editoriales pero ganar un certamen no garantiza nada. Al igual que en la anterior respuesta, depende mucho de la categoría del premio y, sobre todo, del éxito de ventas del mismo. Hay galardonados de algunos certámenes —de algunas ediciones más bien— que no han llegado a cubrir las expectativas generadas por la editorial. Esos datos, aun siendo confidenciales, se terminan conociendo de una u otra manera. Y, en el caso que usted me comenta, es a esos datos de venta y repercusión a los que se ciñen las editoriales para sus futuras propuestas. Incluyendo las emitidas por la entidad que haya hecho entrega del galardón. Otra cuestión interesante, tangencial a ésta, sería comentar las tretas a las que recurren las editoriales para captar a autores que, una vez demostrada cierta solvencia literaria, sugieran una prometedora carrera y de cómo se emplean las convocatorias de ciertos certámenes como moneda de cambio para esos fines. Pero de eso hablaremos en otra ocasión.
El dinero de los premios obtenido en concursos literarios ¿tiene algún tratamiento especial para los amables recaudadores de impuestos?
Por norma general, casi siempre tributa como un rendimiento del trabajo más, practicándosele la retención correspondiente del IRPF —si no están exentos de ello por ley como, por ejemplo, el Príncipe de Asturias o el Cervantes—. A esta norma general pueden aplicársele algunos matices en función de la naturaleza del premio (si el ganarlo no contempla la cesión de derechos de autor ni pago a cuenta de futuros royalties entonces puede tributar como «rendimiento irregular» o incluso, en determinadas circunstancias, puede incorporarse el importe al epígrafe G1 —premios derivados de juegos, concursos y rifas benéficas—. Lo juro. Una vez tuve ocasión de ver uno así). Al margen del tratamiento puramente fiscal, existen otros detalles curiosos. Por ejemplo, si la cuantía del premio no es excesiva, algunas entidades convocantes tienen la deferencia de aportar de forma añadida el importe de la retención, siendo neto para el galardonado el importe nominal del premio. En cualquier caso, no acepte mi palabra a pies juntillas. La legislación fiscal no es mi fuerte y, en mi caso, todos estos asuntos los lleva un asesor.
Cuando un autor promociona su novela en múltiples presentaciones ¿dice siempre lo mismo en todas ellas?
Depende de cada uno pero por lo general no. Uno no debería ir a una presentación con un guión aprendido y ceñirse milimétricamente a él. A pesar de la aburrida similitud entre las distintas presentaciones de una misma obra, cada presentación es diferente en cuanto a circunstancias y público y suelen surgir matices diferenciadores en todas ellas. Lo ideal es llegar un esquema genérico que recoja los puntos que se quieren exponer y los aspectos que quieran reseñarse especialmente y una vez en el acto, ceñirse a ese esquema pero sin ser excesivamente rígido. El asistente lo agradecerá. Obviamente, muchos de los argumentos se repiten de presentación en presentación pero no necesariamente de la misma manera ni en el mismo orden.
Cuando se va a recoger un premio ¿quién sufraga los gastos del viaje y la estancia?
Hay de todo como en botica y suele depender, además de su generosidad, de la disponibilidad de medios de la entidad convocante. No es lo mismo asistir como galardonado al Premio Planeta que a las Justas Poéticas de Saltidueñas del Segura. Hay entidades que sufragan los gastos de viaje y estancia del galardonado; las hay que incluso sufragan los gastos de un acompañante y las hay que no sufragan nada —insisto, en muchas ocasiones por falta de presupuesto o medios no por tacañería—. Lo habitual es que al premiado se le obsequie con un billete —de avión, de tren— y con el alojamiento pero, como digo, depende mucho de la entidad del certamen.
¿A usted le ha cambiado la editorial el título definitivo de alguna de sus novelas?
Más que cambiarme, me han razonado que el título que yo tenía pensado originariamente no era el más adecuado —por múltiples motivos, tanto literarios como comerciales— y me han sugerido que encontrase otro más acorde. Y he seguido esa recomendación cuando, tras el razonamiento expuesto, he concluido que podrían tener razón. En una de ellas me negué en redondo por considerar que el título original era el adecuado. Pero, hasta el momento, nunca me han impuesto un título.
¿Es razonable (o digno) que un autor consagrado se presente a un concurso literario?
En términos moralmente absolutos, no, pero aquí entramos en un terreno resbaladizo y muy abierto a diversos matices en los que intervienen las circunstancias personales de cada uno. Hay autores consagrados que pasan por malos momentos y necesitan revitalizar su carrera. En otras ocasiones, a determinados concursos, los autores consagrados no se presentan: son requeridos y muchas veces, dicho requerimiento no puede obviarse —por muy diversos motivos—. A veces no todo es blanco o negro. Y en todo momento me estoy refiriendo a concursos literarios en el estricto sentido del término. Otra cuestión aparte serían los premios, menciones o reconocimientos a tal o cual obra en los que no media licitación por parte del autor.
Si usted ha sido jurado en algún concurso literario ¿puede comentar cómo fue la experiencia (calidad de lo presentado, modo de tomar las decisiones, etc)?
No soy muy proclive a participar como jurado en certámenes literarios. La experiencia no me agrada particularmente. En las escasas ocasiones en las que lo he hecho, puedo decir que todo se sucedió de forma «normal», con sus más y sus menos, sus tira y afloja, pero nunca me encontré que nada que no fuese previsible —incluyendo ciertas tropelías—. Tan sólo en dos de ellos me quedó un cierto mal sabor de boca, el resquemor de haber sido engañado haciéndome inadvertido partícipe de una farsa —de uno de ellos me quedó la sospecha; del otro, albergo la certeza—. La calidad de lo presentado siempre fue bastante desigual, habiendo pasado por mis manos autenticas joyas y despreciables truños. Hay mucho artista con exceso de tiempo libre que, tras emborronar una serie de folios durante unos meses, gusta de emplear su esfuerzo probando fortuna en diversos certámenes en lugar de utilizarlo en pulir y corregir su texto —esto no lo afirmo con ánimo ofensivo o despectivo. Es una verdad objetiva, manifiesta y constatable—. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que, hablando exclusivamente de los certámenes en los que fui partícipe —otra cuestión es de lo que te acabas enterando de aquellos otros en los que no intervienes—, mi impresión no puede ser ecuánime ni precisa debido a que, como jurado, es imposible obtener una visión global de todos y cada uno de los aspectos que infieren en el desarrollo de un certamen debido a que no se es partícipe de todos ellos. Por poner un solo ejemplo, me remito a la presencia de los famosos comités de lectura donde habría mucha tela que cortar. Pero, a veces, no queda otra opción que evaluar la situación en base a las impresiones de lo que llega hasta a ti ya que, en muchas ocasiones, no eres enteramente consciente de todo lo que se cuece entre bambalinas.