Miserias Literarias

Desgranando el agusanado mundillo editorial

26 octubre 2006

¿Se puede vivir de vender libros?

Una de las cuestiones que más curiosidad suele suscitar —sobre todo entre los escritores neófitos— es el hecho de conocer si, a día de hoy, uno puede ganarse la vida holgadamente con la venta de las obras publicadas. La típica y más popular imagen que tenemos de un autor de éxito es la de un escritor que vende miles de ejemplares de sus obras y que a cambio obtiene pingues beneficios. Por desgracia, no siempre es así. De hecho, casi nunca es así.

¿Se puede vivir de vender libros? El Sr. José Manuel Lara lo hace pero su caso es muy peculiar y no es exactamente el tipo de supuesto al que pretendo referirme. Siendo sinceros, en España, de vender libros viven tres. Cuatro como mucho si consideramos que quizá el cuarto tenga algunas dificultades para llegar a fin de mes. Excluyendo pelotazos dabuten —dicho sea sin ánimo peyorativo, tan sólo enunciativo— tipo «Falcones» o «Tusset», la amplia mayoría de los autores de este país no pueden permitirse usar las ventas de sus libros como principal fuente de ingresos por el sencillo hecho de que no les reportaría las suficientes garantías para ello. Depender de unos ingresos tan irregulares —las ventas de ejemplares, el favor del público y las etapas creativas no se pueden planificar ni cuantificar con la misma exactitud que el horario de una oficina o la nómina a fin de mes— frente a pagos terriblemente regulares —hipotecas, recibos, colegios de los niños— sería una autentica irresponsabilidad y una locura.

Por ello, la gran mayoría de los autores de este país utilizan la venta de sus libros como un soporte que les permite, además de obtener un apetecible ingreso, hacerse con un nombre lo suficientemente reconocido para poder prodigarse en una serie de actos cuya remuneración sí puede permitirle obtener el sustento habitual. Me explico. Cuando tu nombre ya «suena» y es reconocido en determinados ámbitos literarios, editoriales y públicos, suele obtenerse el derecho de acceso a las siguientes prebendas: jurado de certamen literario de mediana entidad —entre 600 y 1800 Euros—, impartición de clases en talleres literarios —tres grupos de cinco personas, clases de dos horas (seis horas semanales) —alrededor de 1200 euros al mes—, participación en conferencias y mesas redondas —a 300 Euros la pieza—, colaboración semanal o columna fija en algún suplemento en prensa escrita —300 Euros por semana—. Obviamente, todas estas cifras son orientativas y fluctúan en función del renombre obtenido. Todos entendemos que no cobra lo mismo Pérez Reverte por su columna de El Semanal que Pilar Adón por la suya en el 20 Minutos. Pero con los datos aportados, podemos hacernos una idea de por dónde van los tiros.

Parecerá rudo, incluso descorazonador pero, en definitiva, vivir de la literatura en España, a día de hoy, es solamente eso: el obtener un holgado sueldo a base de pasear la notoriedad obtenida como aval en los más distintos y peregrinos actos públicos. Y sólo cuando tienes la fortuna de que esa especie de competición personal por conseguir el reconocimiento público llegue a sus más altas cotas, entonces podrás prescindir de todas esas ocupaciones superfluas y vivir única y exclusivamente de vender libros. ¿Cuantos autores con ese status hay actualmente en España? Como he dicho al principio, salvo pelotazos del tipo «una y no más, Santo Tomas», tres y el gato.

Obvio decir que toda esta exposición se ciñe a los casos en los que el susodicho ya se desenvuelve profesionalmente en el ámbito literario sin tener en cuenta a aquellos aspirantes a escritores que se dedican a trabajar de dependientes, descargadores de camiones, taxistas, camareros u oficinistas. Que, por cierto, son legión.

3 Comentarios

Blogger Angéline dijo...

Le leo con mucho gusto, Prometeo. Es cierto que descorazona bastante pensar en esas cifras y seguir dejándose la vista por las noches en lo que uno escribe. Finalmente ese no sé qué que nos induce a escribir parece no entender de números. Quizás sea un equilibrio entre la vanidad y el propio descalabro interior. Un autor nos aseguró no hace mucho en un taller de literatura que dió en mi ciudad, que esto del éxito no era tanto una cuestión de contactos sino de verdadero esfuerzo y dedicación a lo que uno hace. ¿Suerte? ¿Empuje? No sé. Mientras tanto, escribimos. Un saludo.

29/10/06 13:25  
Blogger Prometeo dijo...

Estimada Angéline:

Su profesor tenía toda la razón. Tal y cómo le sugirió, la escritura -y, por ende, la literatura- no es otra cosa que constancia, tesón, esfuerzo personal y continuo afán de superación personal. El que siente de veras la literatura sabe que nunca podrá dejar de hacer lo que hace y que nunca podrá abandonar los intentos por tratar de hacerlo mejor día a día.

El problema surge cuando uno se vuelve consciente de que escribir es una cosa y publicar otra bien distinta. Y en esa segunda faceta, el proceso no depende de nosotros, de nuestros deseos, de nuestra constancia o de nuestro tesón sino más bien de los caprichos, las veleidades o los intereses de otros, muy ajenos y, en muchas ocasiones, muy dispares a los nuestros. De ahí que sea fundamental conocer el terreno que se pisa.

Un saludo,
Prometeo

30/10/06 13:21  
Blogger Juan Carlos Márquez dijo...

Eso mismo se lo vengo diciendo hace tiempo a mucha gente, cuando, ante el más mínimo reconocimiento, me dan una palmadita en la espalda y me espetan: Ahora, después de esto, a por la primera novela y a hincharse a vender libros. A lo que yo contesto que en España pueden vivir de la venta de libros tres y del tambor, y que aquí las neveras de los escritores se llenan (cuando se llenan) con cursos, conferencias y columnas.

31/10/06 14:38  

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