Miserias Literarias

Desgranando el agusanado mundillo editorial

26 octubre 2006

Sinvergüenzas y otros congéneres (II)

Fecha: Mon, 31 Mar 2003 21:44:37 +0200 (CEST)
De: “Carlos Juliá Braun”
Asunto: Re: Editorial_Jamais._Departamento_Técnico.
Para: “Departamento_Técnico._Editorial_Jamais”


Estimado señor Asensio:

Gracias por sus aclaraciones, que vuelven a hacerme evidente el escaso interés que quienes dirigen esa empresa tienen no sólo por la literatura, sino incluso por la corrección gramatical. Yo tengo la respuesta a la duda que manifiesta usted cuando escribe que “hoy día, si nos guiáramos por temas de errores ortográficos y/o gramaticales, no sé dónde llegaríamos”: llegaríamos a la victoria del pensamiento, frente al adocenamiento y la torpeza que nos domina. Y todo eso tiene que ver mucho con la honestidad intelectual.

El hecho de que dispongan ustedes de un email modelo para este tipo de consultas es significativo. La entrevista a Santiago Rojas que tuvo usted la gentileza de enviarme, también. Pero que llamen ustedes “coedición” a lo que no es sino autoedición encubierta, francamente, lo dice todo.

Me alegra saber que no son ustedes unos estafadores; aunque no me ha convencido, señor Asensio, del beneficio que pueda reportarme trabajar con ustedes. No obstante, en el futuro tendré en cuenta su oferta; aunque, desde luego, en ningún caso deberán contar con ver un solo duro de mi bolsillo para la edición.

Saludos cordiales desde la isla del Sol,
Carlos Juliá Braun

P.D.: Sólo una cuestión más: ¿por qué se encarga el maquetador de la editorial de la correspondencia que corresponde al departamento técnico?


De: “Departamento_Técnico._Editorial_Jamais”
Para: “Carlos_Juliá_Braun”
Asunto: Re:_Editorial_Jamais._Departamento_Técnico.
Fecha: Tue, 1 Apr 2003 08:47:09 +0200


Muy señor mío:

Sólo dos líneas para responderle a su último email.

Me encargo de responder este tipo de respuestas porque no sólo soy el maquetador de esta Editorial, sino que me encargo de este tipo de mensajes, de corregir obras, de formalizar contratos, del archivo, de la correspondencia, de... de demasiadas cosas porque no somos Editorial Planeta. Le reitero que somos una pequeña, modesta editorial. Tengo horario intensivo por la mañana y después trabajo en otra empresa. Qué quiere que le diga.

Por otro lado, me refería al asunto de la ortografía y gramática porque no sé si usted lee (seguro que sí) la prensa o, por ejemplo, los subtítulos de telediarios, etecé, etecé. Si los leyéramos todos con el detenimiento que usted muestra nos volveríamos de atar. Ojalá todo el mundo escribiera perfectamente pero creo, y cada día estoy más convencido de ello, que eso va a ser imposible. Las razones son, por desgracia, múltiples.

Para terminar, y asegurándole que le agradezco este cruce de correspondencia, reciba un saludo desde Jamais.

Manuel A. Asensio,
maquetador (y no sé cuántas cosas más)


Fecha: Wed, 2 Apr 2003 02:46:16 +0200 (CEST)
De: “Carlos Juliá Braun”
Asunto: Re:_Editorial_Jamais._Departamento_Técnico.
Para: “Departamento_Técnico._Editorial_Jamais”


Estimado señor Asensio:

Ya voy viendo que cuando dicen ustedes “Departamento Técnico” se refieren al Técnico, al de Administración, al de Producción, al Gabinete Jurídico, al Archivo y posiblemente a otros departamentos que se irán desvelando a lo largo de nuestra correspondencia, que deseo muy dilatada.

Tengo algunas preguntas más que hacerle y que podrá usted contestar en calidad de sendas facetas y títulos de autoridad en Editorial Jamais. La primera hace referencia al comienzo de sus cartas y al de la de don Gonzalo García Amores: ¿por qué siempre empiezan con las palabras “Sólo dos líneas para...”? Dado que en ningún caso constan realmente de tan escaso número de renglones, ¿podemos concluir que se trata de una fórmula hueca o muletilla? ¿O es que aplican ustedes un modelo de carta preestablecido informáticamente? Si se trata de lo primero, en el caso del señor García Amores sus 18 años justificarían la licencia, pero no en el de usted, así que me inclino por la segunda opción que, no obstante -me permito sugerir-, mejoraría si entre todos le encontrásemos a la frase un sujeto y un verbo.

¿La proposición “Me encargo de responder este tipo de respuestas” junto a la repetición de “me encargo” en dos líneas consecutivas es intencionada? ¿Se trata de una prueba? Porque le advierto que, si están ustedes tratando de probar mis reflejos o todo esto (incluido el “informarle que” del señor García Amores) forma parte de un plan para sondear mi dominio de la lengua, tendrán que idear errores de redacción más sutiles y rebuscados.

Me honra usted con suponer que leo la prensa, aunque creo que sin duda exagera cuando asegura que leer con detenimiento puede volvernos “de atar”. ¿Acaso la lectura y el pensamiento no son cosa de detenimiento? Porque, para no detenernos, entiendo que ya tenemos ahí la televisión, la radio, el cine o los tebeos. A propósito: ¿no han considerado ustedes la posibilidad de abandonar la edición de literatura y dedicarse a publicar tebeos? Seguro que el público sería menos exigente con la gramática y la redacción, y así mismo se asegurarían un requerimiento mínimo de detenimiento en la lectura y un reducísimo riesgo para la salud mental. ¡Negocio redondo!

¿Qué significa “Etecé, etecé”?

¿Quién cree que todo el mundo va a escribir perfectamente alguna vez? Yo no lo creo ni así se lo he formulado; pero tal vez no sea demasiado pedir que los responsables de una sedicente editorial literaria exijan un mínimo decoro lingüístico a los autores que escogen para publicar; y que, por consiguiente, ellos mismos sean capaces de destilar un lenguaje cuando menos correcto. ¿Está usted de acuerdo conmigo?

Por último, y si no le sirve de molestia: ¿qué edad tiene usted?

Quedo esperando sus noticias con interés y agradecimiento iguales a los que usted me manifiesta.

Un cordial saludo.
Carlos Juliá Braun


De: “Departamento_Técnico._Editorial_Jamais”
Para: “Carlos_Juliá_Braun”
Asunto: Editorial Jamais
Fecha: Wed, 2 Apr 2003 08:02:19 +0200


Muy señor mío:

Todo el mucho más sencillo de lo que usted cree. Somos una pequeña editorial. No tenemos Conserje, ni Gabinete Jurídico, ni tratamos de poner a prueba a nadie ni dada que se le parezca, etecé, etecé (etc., etc., o etcétera, etcétera).

Sin más por el momento, reciba un saludo desde Jamais.


Fecha: Thu, 3 Apr 2003 00:08:58 +0200 (CEST)
De: “Carlos Juliá Braun”
Asunto: Re: Editorial Jamais
Para: “Departamento_Técnico._Editorial_Jamais”


Estimado señor Asensio:

Gracias por aclararme el significado de “Etecé, etecé”.

Cuando me dice que “todo es mucho más sencillo” me preocupa haber sido demasiado oscuro en mis comunicaciones. ¿Sería tan amable de señalarme las partes de mis anteriores mensajes que no entiende? Procuraré enunciarlas con más sencillez.

Saludos cordiales,
Carlos Juliá Braun. Rodas

La correspondencia se detiene abruptamente tras el último mensaje transcrito, que parece haber desalentado al sufrido y pluriempleado Asensio. No hay duda de que sobrepasé un poco los límites del respeto mutuo; pero, por un lado, estos tunantes no merecían otro trato y, por otro, la ocasión la pintan calva.

Y poco más. La vida en el Dodecaneso sigue y, si no fuera por estos desahogos, que de vez en cuando nos mantienen entretenidos a todos (pero sobre todo al atribulado amigo Asensio), sería muy monótona.

Quedo a su servicio. Si alguna vez pasa por Rodas, no dude en preguntar por mí en cualquier local cercano al puerto, por sospechoso que parezca (o, tal vez, especialmente si lo parece).

Saludos cordiales,
Carlos Juliá Braun

Sinvergüenzas y otros congéneres (I)

En una de las primeras entradas de este blog comentaba aspectos relativos al sistema de autoedición y en dicho texto aludía de forma somera al impresentable de Santiago Rojas Pulido y su chiringuito Jamais. Carlos Juliá Braun me remite un texto en el cual relata su breve experiencia con este inefable personaje y que, una vez leído, resulta un claro e ilustrativo ejemplo de los modos, maneras y tácticas empleados por estos estafadores —con esto no quiero decir, ni mucho menos, que todos los autoeditores ejerzan de sinvergüenzas sino que hay mucho sinvergüenza convertido en autoeditor—. Porque lo considero de interés general y con el permiso del señor Juliá Braun, transcribo integra y literalmente el texto remitido.

NOTA: las direcciones de correo han sido editadas por los gestores de este blog para evitar la intrusión de SPAM-robots.


***


Estimado Prometeo:

A principios del año 2003, un amigo mío recibió de cierto infame escritorzuelo tarraconense una invitación para participar en un portal pseudoliterario brasileño, Palavreiros. La cutrez del portal y de los textos que presentaba le hizo desistir enseguida, pero me pasó a mí, por si acaso, la dirección; y, para su sorpresa, opté por mandar alguno de los poemas que ya había publicado, junto con una nota biográfica. Los brasileros me lo publicaron todo (igual que hicieron con lo que mandó el escritorzuelo primeramente aludido, lo cual dice muy poco de la selectividad de su criterio) en una página propia:

NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA
Carlos Juliá Braun nació en 1966 en Zamora (España) como el rey san Fernando: estando de paso su madre por esa provincia en el momento en que le sobrevino el parto. De padre catalán y madre namibia (de origen prusiano, ovambo, bóer y nama a partes iguales), se crió en el Masnou (Barcelona); quizá cultiva la poesía satírica por sacudirse el estrés que le causa tanto cosmopolitismo. Actualmente reside en la isla de Rodas, donde trabaja como calafate (la profesión de su padre) y mantiene una pequeña galería de arte.

Un poema suyo fue seleccionado en la antología comentada de literatura satírica universal firmada por Eduardo Moga, Los versos satíricos (Barcelona, Ediciones Robinbook, 2001). Es autor de La leyenda blanca (Puerto del Rosario, Calco, 2002), al que pertenece el soneto adjunto. Actualmente prepara un nuevo poemario: Descenso a los infiernos.

carlosjuliabraun@xxxxxx.es


Pues bien, a finales de marzo del mismo año, ciertos sinvergüenzas sevillanos que se hacían y no sé si se siguen haciendo pasar por editores (Ediciones Jamais) contactaron conmigo por medio de la dirección electrónica publicada en Palavreiros. Hice mis averiguaciones y de todo ello surgió una interesante correspondencia que ahora comparto con usted, porque tiene que ver con alguno de los posts de la bitácora Miserias Literarias; una correspondencia que debería quedar registrada, creo yo, en los anales de la necedad humana. No se pierda las aclaraciones del espabilado amigo Asensio, que transcribo en su ortografía y redacción originales, ni el careto agitanado del director de Jamais, Santiago Rojas; y disfrute como yo mismo hice –y perdone la petulancia que me es tan propia– de mis feroces réplicas. Juro por mi maltrecho honor que, por inverosímil que sea, toda esta correspondencia tuvo lugar, y autorizo su reproducción y difusión por cualquier medio honrado. En caso de que lo haga, y si es usted menos despiadado que yo, tal vez prefiera maquillar los nombres reales de mis corresponsales en Jamais. Yo, francamente, no lo haría.


De:“Departamento_Técnico._Editorial_Jamais”
Para: carlosjuliabraun@xxxxx.es
Asunto: Editorial_Jamais,_Departamento_Técnico.
Fecha: Tue, 25 Mar 2003 18:19:15 +0100


Estimado Calos Julian Braun:
Sólo dos líneas para informarle que nuestro Departamento Técnico, después de tener noticias de su trabajo en la página palavreiro.hpg.ig.com.br, está interesado en recibir obra de su autoría al objeto de someterla a nuestra consideración.

Debemos comentarle que en este momento nos encontramos preparando las colecciones profesionales (y editadas en papel rigurosamente). Son colecciones de libros de relatos, poesía, ensayo, novela, etc. Y tenemos ya una dilatada experiencia en la edición de literatura. Por lo que no dude en enviarnos una muestra de sus creaciones, que no tenga comprometidas con otra editorial, a la dirección zzzz@xxxxxx.yy.

Por si le sirve de ayuda le facilito nuestro ISBN: 95426. Estamos radicados en España (Sevilla), desde donde editamos y distribuimos con carácter nacional (e internacional).

En cuanto nos llegara su obra, pasará por este Departamento Técnico y si tuviera la calidad exigida le propondríamos la inclusión en alguna de las citadas colecciones.

De tal forma, no dude en enviarnos un teléfono y horario en el que poder localizarle en el caso de que tengamos que tomar contacto con usted de una forma más directa y personal.

Asimiso, si usara seudónimo, podría igualmente comentarlo.

Sin más por el momento, y esperando una pronta respuesta, reciba un saludo desde Jamais.

Atentamente:
Gonzalo García
Departamento Ténico. Editorial Jamais.


Fecha: Mon, 31 Mar 2003 04:28:34 +0200 (CEST)
De: “Carlos Juliá Braun”
Asunto: Re: Editorial_Jamais,_Departamento_Técnico.
Para: “Departamento_Técnico._Editorial_Jamais”


Estimado Gonzalo:

Pese a vivir tan lejos de Sevilla (le recomiendo vivamente una visita a esta isla de Rodas, la historia se respira en sus calles), no se me escapa que la Editorial Jamais ha proyectado en su breve existencia una pronunciada sombra de sospechas.

Uno, que juega a la sátira sin aspirar ni mucho menos al Parnaso, conoce perfectamente el carácter amateur de quienes participan -participamos- en portales “literarios” como el de Palavreiros; iniciativa ésta honrada y digna, sin duda, próxima al confesionario unas veces y al diván del psicoanálisis otras, pero desde luego siempre alejada de lo que la auténtica literatura precisa: profesionalidad (porque hablamos, sí, de una profesión) e interés por la palabra y no por uno mismo. Entre los adolescentes ripiosos y los poetastros de pueblo, junto a los vates frustrados y los poetas indigentes, encuentra su lugar mi sátira pedestre y rufiana, propia del calafate que soy, sin más estudios que los recibidos en los diversos puertos que el azar me ha mandado visitar.

Por eso me extraña que una editorial que se dice seria se dirija a mí por el mero hecho de haber encontrado mi pobre soneto en semejante contexto. También me sorprende que la misma empresa aduzca de antemano (excusatio non petita...) su ISBN (como si desconociéramos cuán fácil es hacerse asignar uno) y su “dilatada experiencia en la edición de literatura”; como si no supiéramos bien que en el mundo real somos nosotros, los autores, quienes suplicamos a las editoriales un hueco, jurando que poseemos experiencia y prestigio, autoeditándonos muchas veces (los que transitamos ese sendero) y haciendo méritos -llegando a lavarle el coche a la mujer del editor o a practicar el sexo oral con el conserje de la editorial- a fin de que el lector de turno llegue a echarle un vistazo al título de nuestra obra. ¡Cuánta generosidad la de Ediciones Jamais, y qué originalidad la suya!

Si no existiese Internet seguramente no tendríamos noticia de la multitud de quejas de aspirantes a escritores que, atacados en su buena fe y posiblemente en su tierna inocencia, afirman haber sido estafados por Jamais o por otras pseudoeditoriales que, en los mejores casos, no son sino gestoras de autoedición; y, en los peores, profesionales del timo. ¿Cuánto dinero pensaban pedirme tras pasar por su Departamento Técnico? Les diré que, aunque no juzgue deshonesta la autoedición, me tocan las pelotas los timadores.

Una oferta como la suya hay que agradecerla y estimarla en lo que vale. Por ello le digo: no, gracias.

Saludos cordiales,
Carlos Juliá Braun.

P.D.: Amigo Gonzalo: para dirigir una editorial, comete usted demasiados errores gramaticales y su redacción es pobre. Si está interesado, en el futuro le puedo corregir sus cartas por un módico precio. También soy corrector.


De: “Departamento_Técnico._Editorial_Jamais”
Para: carlosjuliabraun@xxxxx.es
Asunto: Editorial_Jamais._Departamento_Técnico.
Fecha: Mon, 31 Mar 2003 09:26:19 +0200


Muy señor mío:

En primer lugar, sepa que el director de esta Editorial no es Gonzalo García Amores, no. Es Santiago Rojas. El compañero Gonzalo (18 años) se encarga de contactar con los autores. Nada más. Lamentablemente, hoy día, si nos guiáramos por temas de errores ortográficos y/o gramaticales, no sé dónde llegaríamos. Aunque, efectivamente, una Editorial tiene que cuidar estos detalles.

Seguido le indico el email que solemos enviar a los autores con emails como el suyo.

Sólo dos líneas para responderle a sus dudas.

1. Sepa que Editorial Jamais es, por el momento, una editorial de coedición. Hay aún pocos autores que no tengan que aportar cantidad alguna para publicar con nosotros.

2. Somos una pequeña, modesta editorial en la que trabajamos cinco personas. Y, como usted sabe, en este mundo de las letras el camino no es fácil.

3. Todos los proyectos que firmamos salen al mercado. Lo cierto es que tardamos en publicar. En algunos contratos nos vemos en la tesitura de agotar los plazos. Sí, es cierto. Pero publicamos todo lo firmado.

4. No podemos salir al paso de cada comentario en internet. Nuestra obligación es publicar las obras y nada más. Ésa es nuestra respuesta. En algunos foros llegan a decir que ni siquiera existimos.

5. En la dirección de correo www.mec.es (es el ministerio de educación y ciencia de España) puede encontrar nuestros antecedentes literarios. Las últimas novedades aún no aparecen. Es un trámite que lleva tiempo.

6. El problema de nuestra editorial es, sencillamente, que es de coedición. Eso, de por sí, conlleva aspectos negativos, desconfianza...

Adjunto le envío una de las últimas apariciones de nuestro director en prensa, motivada por lo que aparece en la Red [en la página siguiente].

Sin más por el momento, esperando haberle resuelto sus dudas, reciba un saludo desde Jamais.

Manuel A. Asensio,
maquetador.

¿Se puede vivir de vender libros?

Una de las cuestiones que más curiosidad suele suscitar —sobre todo entre los escritores neófitos— es el hecho de conocer si, a día de hoy, uno puede ganarse la vida holgadamente con la venta de las obras publicadas. La típica y más popular imagen que tenemos de un autor de éxito es la de un escritor que vende miles de ejemplares de sus obras y que a cambio obtiene pingues beneficios. Por desgracia, no siempre es así. De hecho, casi nunca es así.

¿Se puede vivir de vender libros? El Sr. José Manuel Lara lo hace pero su caso es muy peculiar y no es exactamente el tipo de supuesto al que pretendo referirme. Siendo sinceros, en España, de vender libros viven tres. Cuatro como mucho si consideramos que quizá el cuarto tenga algunas dificultades para llegar a fin de mes. Excluyendo pelotazos dabuten —dicho sea sin ánimo peyorativo, tan sólo enunciativo— tipo «Falcones» o «Tusset», la amplia mayoría de los autores de este país no pueden permitirse usar las ventas de sus libros como principal fuente de ingresos por el sencillo hecho de que no les reportaría las suficientes garantías para ello. Depender de unos ingresos tan irregulares —las ventas de ejemplares, el favor del público y las etapas creativas no se pueden planificar ni cuantificar con la misma exactitud que el horario de una oficina o la nómina a fin de mes— frente a pagos terriblemente regulares —hipotecas, recibos, colegios de los niños— sería una autentica irresponsabilidad y una locura.

Por ello, la gran mayoría de los autores de este país utilizan la venta de sus libros como un soporte que les permite, además de obtener un apetecible ingreso, hacerse con un nombre lo suficientemente reconocido para poder prodigarse en una serie de actos cuya remuneración sí puede permitirle obtener el sustento habitual. Me explico. Cuando tu nombre ya «suena» y es reconocido en determinados ámbitos literarios, editoriales y públicos, suele obtenerse el derecho de acceso a las siguientes prebendas: jurado de certamen literario de mediana entidad —entre 600 y 1800 Euros—, impartición de clases en talleres literarios —tres grupos de cinco personas, clases de dos horas (seis horas semanales) —alrededor de 1200 euros al mes—, participación en conferencias y mesas redondas —a 300 Euros la pieza—, colaboración semanal o columna fija en algún suplemento en prensa escrita —300 Euros por semana—. Obviamente, todas estas cifras son orientativas y fluctúan en función del renombre obtenido. Todos entendemos que no cobra lo mismo Pérez Reverte por su columna de El Semanal que Pilar Adón por la suya en el 20 Minutos. Pero con los datos aportados, podemos hacernos una idea de por dónde van los tiros.

Parecerá rudo, incluso descorazonador pero, en definitiva, vivir de la literatura en España, a día de hoy, es solamente eso: el obtener un holgado sueldo a base de pasear la notoriedad obtenida como aval en los más distintos y peregrinos actos públicos. Y sólo cuando tienes la fortuna de que esa especie de competición personal por conseguir el reconocimiento público llegue a sus más altas cotas, entonces podrás prescindir de todas esas ocupaciones superfluas y vivir única y exclusivamente de vender libros. ¿Cuantos autores con ese status hay actualmente en España? Como he dicho al principio, salvo pelotazos del tipo «una y no más, Santo Tomas», tres y el gato.

Obvio decir que toda esta exposición se ciñe a los casos en los que el susodicho ya se desenvuelve profesionalmente en el ámbito literario sin tener en cuenta a aquellos aspirantes a escritores que se dedican a trabajar de dependientes, descargadores de camiones, taxistas, camareros u oficinistas. Que, por cierto, son legión.

20 octubre 2006

Cifras editoriales

Suele darse una cierta controversia acerca del volumen a alcanzar para que un determinado lanzamiento pueda considerarse un «éxito de ventas» dentro del ámbito editorial. La controversia suele generarse porque dichas cifras, lejos de ceñirse a patrones objetivos, deben ser evaluadas mediante factores completamente arbitrarios. No se obtiene el mismo balance de resultados si la editorial Makario vende 3.000 ejemplares de la última edición del poeta taoísta Nikito Nipongo —lo que podría considerarse un clamoroso éxito de público y crítica— que el que el grupo Planeta venda 3.000 ejemplares de la última obra de Matilde Asensi —que sería considerado como un estrepitoso fracaso—. Aun siendo, a efectos objetivos, la misma cantidad de ejemplares vendidos, los criterios de su análisis serían muy diferentes.

Todo el mundo ha oído hablar del extendido tópico de que en España se edita mucho, demasiado quizá. Y no siempre bien. Se maneja la cifra de 70.000 ediciones anuales y si bien esta cifra es algo truculenta —esa cantidad incluye reediciones, folletos, revistas y asuntos varios—, lo cierto es que es una cifra realmente alta. La tirada media por lanzamiento de una editorial española media suele rondar los 2.000 ejemplares. Esto no quiere decir nada y mucho menos el que todo autor, por el hecho de publicar, contemple cómo 2.000 retoños suyos ven la luz. Hay que tener en cuenta que para que esa media se mantenga, cuando surge una tirada superior a los 25.000 ejemplares —más que habitual para un autor reconocido de una editorial de primera línea—, la media tiene que compensarse con 19 tiradas de 800 ejemplares. Y, por otro lado, el camino a recorrer para que una edición en concreto destaque de entre ese maremagnum de 70.000 lanzamientos es muy complejo si no se cuenta con la maquinaria del marketing detrás —y aún contando con ella, en muchas ocasiones, se convierte en un intento fallido—. Hoy en día, en España, vender por encima de los 10.000 ejemplares ya puede ser considerado éxito de ventas. Se le adjudica la etiqueta de best seller a todo lanzamiento que supere los 30.000 —50.000 según estiman otras fuentes— ejemplares vendidos. A título anecdótico, un autor suele embolsarse por un éxito de ventas estándar una fortuna que rondaría en torno a los 18.000 euros —10% de 10.000 ejemplares vendidos al precio medio de 18 Euros— de los que, además, hay que descontar impuestos. Teniendo en cuenta que se produce un éxito de ventas por cada 200 ediciones lanzadas al mercado y que aun produciéndose esa rocambolesca circunstancia, los beneficios obtenidos por parte del autor no superarían el sueldo medio de un año de trabajo en cualquier otra profesión entenderemos el motivo por el cual suelo aconsejar que, si lo que pretendemos es ganar dinero, lo mejor dedicarse a hacer reducciones de la Lotería Primitiva. No me cansaré de repetirlo: ser escritor es una carrera de fondo en la que la meta es, en primer lugar, escribir y después, publicar de forma regular. En dicha maratón, el hacerse rico es tan sólo la lejana y muy puntual recompensa a esa constancia dedicada durante años de trabajo. Y ese es el motivo por el cual no puedo evitar que se dibuje una cierta sonrisa benevolente —que no burlona, lo juro— en mis labios cuando converso con algún aspirante a escritor que sueña con escribir un libro, forrarse y retirarse del mundanal ruido. No tengo nada en contra de las ilusiones de los demás ni disfruto derrumbándolas cual castillo de naipes pero ni esto es Disney ni yo soy Bambi. Aquí hemos venido a conocer el terreno que pisamos. Y cuanto antes ocurra, mejor. Como contrapartida y para no exterminar por completo al ángel de la esperanza, si es cierto que en uno de cada 1000 casos se produce el efecto «Ildefonso Falcones» o «Pablo Tusset» y alguien se forra con un único libro. La circunstancia está ahí y darse, se da, pero yo les aconsejaría que, de querer hacerlo, viesen reflejadas sus aspiraciones en las otras 999 situaciones. Los casos en los que se consigue el éxito son muy conocidos, públicos y notorios y saltan a la palestra pero resulta complicado —precisamente porque ni es público ni notorio— hacerse una idea real de la cantidad de casos en los que eso no ocurre.

Otro consejo a tener en cuenta. Un libro tiene su mayor pico de ventas durante los seis primeros meses de vida tras el lanzamiento y es durante ese periodo cuando la editorial —si es de cierta entidad y se encarga de la cuestión— o el autor —si es, a la postre, el mayor valedor— deben volcarse en la promoción de la obra. Una vez terminado ese periodo, el volumen de ventas de una obra decae hasta llegar —en el mejor de los casos y si no se trata de un ansiado long seller— a menos de una cuarta parte. Y recuerden lo comentado en otra entrada: nada permite obtener mejores resultados que la propia iniciativa.

A modo de coda a esta entrada me gustaría comentar el «truco de la quincuagésimo novena edición» que tan acostumbrados estamos a contemplar en fajas y pegatinas estratégicamente situadas en las cubiertas de los ejemplares que vemos en los grandes centros de venta. Cuando se firma un contrato editorial se reseña el número máximo de ediciones que se ceden en explotación y los ejemplares de los que debe constar cada edición. Es muy habitual que estas cifras sean muy amplias para conceder un gran margen de maniobra —a su favor, obviamente— al editor. No es extraordinario encontrar contratos en los que se especifica que los derechos cedidos comprendan, por ejemplo, 50 ediciones de 20.000 ejemplares cada una. La cuestión es que, por cada edición, el editor no imprime los 20.000 ejemplares de una sola vez sino que, con el fin de ahorrar en costes de edición y almacenaje, tan sólo imprime aquellos que en principio estima que van a distribuirse —que, en circunstancias normales, best sellers aparte, pueden oscilar entre los 1.000 y los 10.000—. Cuando un libro obtiene un relativo éxito, el editor ordena imprimir más ejemplares con el fin de cubrir las necesidades de distribución. Y lo que, bajo el prisma de la cruda realidad, no es más que una o varias reimpresiones de una misma edición, se convierte, por obra y gracia de la magia del marketing editorial, en una nueva edición. Por este motivo podemos encontrar libros que lucen pomposamente en su cubierta el rótulo de «duodécima edición» cuando, en el mejor de los casos, ha distribuido, como mucho y tirando por lo alto, 10.000 ejemplares. Pero claro, el marketing no conoce de matemáticas. Y, en ocasiones, de vergüenza torera tampoco.

09 octubre 2006

Nota aclaratoria

Me han llegado bastantes correos electrónicos preguntándome si me une algún tipo de relación con las páginas cuyos enlaces se encuentran ubicados en la parte izquierda de este blog. Deduzco que algunos de esos correos han sido enviados con el ánimo de descubrir quién se esconde tras la identidad de Prometeo. La respuesta es no. No me une ninguna relación salvo la de ser lector ocasional de alguna de ellas. Yo tan sólo soy responsable de los textos incluidos en las entradas de este blog. Como ya he comentado en otras ocasiones, su gestión técnica así como su diseño lo llevan a cabo otras personas más duchas que yo en estas cuestiones y que me ayudan en este cometido. Y los enlaces en cuestión son páginas afines a los gustos de estas personas. Con esto espero dar por zanjada la cuestión.

07 octubre 2006

La distribución y promoción de la obra propia

Como ya he comentado en diversas ocasiones, los tres pilares básicos sobre los que se asienta la publicación de cualquier obra son edición, distribución y marketing o promoción. En esta entrada trataremos diversos aspectos relativos a estos dos últimos puntos.

Muchos autores noveles consideran como una meta en sí misma el hecho de conseguir que una editorial se interese por su texto con el fin de publicarlo. Se tiende a pensar que, una vez logrado este objetivo, el resto será camino hecho. Nada más lejos de la realidad. Tan sólo es el principio de un largo y tedioso proceso porque la edición de un manuscrito no es más que el primer paso —el más insustancial, de hecho— para lograr que nuestro texto llegue a sus potenciales lectores. De nada sirve que una editorial logre poner en la calle nuestro libro si, tras producirse esta circunstancia, o bien los lectores no lo encuentran en sus librerías habituales (por falta de distribución), o bien nadie se entera de su existencia (por falta de promoción). No basta con que un texto literario sea bueno. Los posibles lectores deben conocer que dicho texto existe y que se encuentra disponible en determinados lugares.

Hay que partir de la premisa de que, para dar a conocer la presencia de un libro en el mercado, cualquier método lícito —e incluso alguno ilícito— debe ser considerado como válido. Toda publicidad es poca. En el caso de las grandes editoriales, son ellas, a través de sus departamentos de prensa, las encargadas de todos los aspectos promocionales (reseñas y críticas en los medios, anuncios en prensa, calendario del autor, entrevistas en prensa, radio y televisión, envío de ejemplares promocionales). En ese aspecto, si el autor tiene la suerte de lograr que una editorial de primera línea apueste por su obra, trabajará a tiro hecho. El problema suele surgir cuando la editorial no es de primera línea, dispone de medios de promoción más modestos y su alcance es más reducido. Ahí, en esas situaciones, es cuando se requiere de la destreza, inventiva y habilidad del propio autor para dar a conocer el texto.

Para los grandes grupos editoriales —y las grandes distribuidoras—, la cuestión promocional se reduce única y exclusivamente al dinero que pueden gastar en ella. Por resumirlo en una sola frase: «en la promoción de un libro se compra todo». Y se paga por todo. Se paga —en dinero o en especie— por reseñas y críticas en prensa —Babelias, Culturales y QuéLeeres incluidos—, se paga por anuncios editoriales a media o cuarto de página, se paga por integrar una obra en la lista de «los diez más vendidos» de las grandes librerías y superficies —sí, lo crean o no, se paga por incorporarse a esa lista—, se paga por espacios y ubicaciones concretas en librerías y centros, incluso se llega a distribuir circulares y notas de uso interno en los grandes centros de venta con órdenes explícitas para que tal o cual libro no sea retirado de la mesa de novedades porque la editorial ha pagado su cuota de alquiler. Por poner un ejemplo al azar, el hecho de que el último libro de Paulo Coelho tenga a su disposición una mesa completa en el apartado de novedades de El Corte Inglés y ésta esté situada justo al lado de una caja o que disponga de un amplio hueco en el escaparate de la Casa del Libro, no tiene que nada que ver con la calidad intrínseca de la obra ni —tan sólo— con las expectativas de venta del propio centro. Con seguridad, la editorial habrá pagado por disponer de esa ubicación. Porque, además, el quid de la actividad promocional de un libro consiste en la constatación de que ésta se lleva a cabo mediante un recorrido cíclico: cuanto más se publicita un libro, más se vende y cuanto más se vende, más se publicita. Un proceso que, una vez puesto en marcha, se retroalimenta de forma exponencial porque, salvo honrosas excepciones, un libro, aparte de su calidad literaria, se vende mucho cuando se habla mucho de él y se habla mucho de él cuando se vende mucho. La cuestión es que, para alcanzar esa situación, es necesario poner en marcha un proceso, activar su punto de ignición. Y para llegar a todos esos potenciales compradores de libros de una forma masiva el único método factible es hacerlo con dinero por delante. Porque no nos engañemos. A estas alturas conviene diferenciar la figura del lector de la del comprador de libros y, en este país, estos últimos son legión. Y es precisamente a ellos a los que van dirigidas estas artimañas promocionales que llevan funcionando con muy óptimos resultados desde tiempo inmemorial.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando la editorial que lanza un determinado libro carece de los recursos necesarios para jugar a ese juego? Muy sencillo. Que se queda fuera del circuito. De ahí que, muy a menudo, surjan cientos de editoriales y ediciones de las cuales no sospechamos su existencia pero de las que si, en alguna ocasión y por pura causalidad, cae un ejemplar en nuestras manos nos sorprendamos diciendo: «Vaya, con lo bueno que es este libro y ni sabía de su existencia». Es en este tipo de ediciones donde entra a formar parte del juego la destreza que antes mencionaba —tanto la del autor como la de la editorial— y que debe funcionar como sustituto de ese dinero del que no se dispone. Obviamente, los resultados obtenidos serán mucho más modestos pero el esfuerzo económico a emplear también lo es.

¿A qué recursos acudir en una situación como esa? La respuesta es sencilla: a todos los posibles. Hasta los más peregrinos. A modo de anécdota ejemplificadora, en 1890, el escritor Luís Taboada publicó un libro titulado Madrid en broma. A todos sus amigos y conocidos, que no eran pocos, les envió la siguiente nota: «Perdona si en mi libro te aludo un tanto descaradamente, no hay nada de mala intención». El amigo, intrigado ante tal afirmación, compraba el libro y descubría que no se hacía alusión alguna hacia él. Eso sí, en pocos días se agotó la edición. Con esto no quiero decir que se ponga en práctica la misma artimaña sino hasta que punto el ingenio puede reemplazar la falta de medios económicos. Por ello, no hay ninguna deshonra en que el autor novel recurra a amigos, a conocidos, a amigos de conocidos o a conocidos de amigos para obtener una breve reseña en un periódico local, una mención en alguna actividad cultural de su localidad, una entrevista en alguna emisora de radio del ámbito que sea. Y si su situación personal se lo permite, tratar de picar más alto dejándose ver en compañía de escritores de mayor renombre, participando en conferencias o mesas redondas, empleando el máximo esfuerzo en desenvolverse con familiaridad en círculos afines al tipo de texto que pretende promocionar —por ejemplo, si se tratase de una novela de literatura fantástica, encaminar nuestros esfuerzos para formar parte de congresos, foros o debates sobre la cuestión—. En estos casos, no existe mejor promotor de una obra que su autor. Sé que es un camino arduo y difícil donde no siempre los esfuerzos se ven recompensados y donde el azar forma un sustrato importante de cara a obtener algún beneficio pero, por desgracia, para un escritor novel, es prácticamente la única vía. Recuerden siempre una importante máxima: si no hay dinero de por medio, lo que no hagamos por nuestra propia obra, no va a hacerlo nadie por nosotros.

03 octubre 2006

Aviso

Soy una de las personas encargadas de gestionar las entradas de este blog en el que "Prometeo" publica periodicamente sus mensajes. "Prometeo" me ha hecho llegar un correo electrónico en el cual me comunica que, debido a compromisos ineludibles de carácter profesional, no podrá enviarme su siguiente entrada hasta el próximo fin de semana. Me solicita a su vez que así lo haga constar en el blog, lamentando el retraso producido y ofreciendo sus más sinceras disculpas.
Atentamente,
Luis Javier.